lunes, 21 de marzo de 2011

Oscar Wilde y la amistad (Parte 2)



Segunda y última entrega del cuentito de Wilde sobre la amistad.Aprendan,pequeños patitos,a sumergirse en las aguas a veces no tan claras de la vida!
Esta vez si,como un plus ofrecemos un número musical para terminar.
Marcos NuMaN,el fantasma amistoso.-


El amigo fiel - Oscar Wilde (Segunda Parte)

Era un día muy caluroso y la carretera estaba terriblemente polvorienta. Antes de que Hans llegara al mojón que marcaba la sexta milla, hallábase tan fatigado que tuvo que sentarse a descansar. Sin embargo, no tardó mucho en continuar animosamente su camino, llegando por fin al mercado.
Después de esperar un rato, vendió el saco de harina a un buen precio y regresó a su casa de un tirón, porque temía encontrarse a algún salteador en el camino si se retrasaba mucho.
-¡Qué día más duro! -se dijo Hans al meterse en la cama- Pero me alegra mucho no haberme negado, porque el molinero es mi mejor amigo y, además, va a darme su carretilla.
A la mañana siguiente, muy temprano, el molinero llegó por el dinero de su saco de harina, pero el pequeño Hans estaba tan rendido, que no se había levantado aún de la cama.
-¡Palabra! -exclamó el molinero-. Eres muy perezoso. Cuando pienso que acabo de darte mi carretilla, creo que podrías trabajar con más ardor. La pereza es un gran vicio y no quisiera yo que ninguno de mis amigos fuera perezoso o apático. No creas que te hablo sin miramientos. Claro es que no te hablaría así si no fuese amigo tuyo. Pero, ¿de qué serviría la amistad sino pudiera uno decir claramente lo que piensa? Todo el mundo puede decir cosas amables y esforzarse en ser agradable y en halagar, pero un amigo sincero dice cosas molestas y no teme causar pesadumbre. Por el contrario, si es un amigo verdadero, lo prefiere, porque sabe que así hace bien.
-Lo siento mucho -respondió el pequeño Hans, restregándose los ojos y quitándose el gorro de dormir-. Pero estaba tan rendido, que creía haberme acostado hace poco y escuchaba cantar a los pájaros. ¿No sabes que trabajo siempre mejor cuando he oído cantar a los pájaros?
-¡Bueno, tanto mejor! -replicó el molinero dándole una palmada en el hombro-; porque necesito que arregles la techumbre de mi granero.
El pequeño Hans tenía gran necesidad de ir a trabajar a su jardín porque hacía dos días que no regaba sus flores, pero no quiso decir que no al molinero, que era un buen amigo para él.
-¿Crees que no sería amistoso decirte que tengo que hacer? -preguntó con voz humilde y tímida.
-No creí nunca, a fe mía -contestó el molinero-, que fuese mucho pedirte, teniendo en cuenta que acabo de regalarte mi carretilla, pero claro es que lo haré yo mismo si te niegas.
-¡Oh, de ningún modo! -exclamó el pequeño Hans, saltando de su cama.
Se vistió y fue al granero.
Trabajó allí durante todo el día hasta el anochecer, y al ponerse el sol, vino el molinero a ver hasta dónde había llegado.
-¿Has tapado el boquete del techo, pequeño Hans? -gritó el molinero con tono alegre.
-Está casi terminado -respondió Hans, bajando de la, escalera.
-¡Ah! -dijo el molinero- No hay trabajo tan delicioso como el que se hace por otro.
-¡Es un encanto oírte hablar! -respondió el pequeño Hans, que descansaba secándose la frente- Es un encanto, pero temo no tener yo nunca ideas tan hermosas como tú.
-¡Oh, ya las tendrás! -dijo el molinero-; pero habrás de tomarte más trabajo. Por ahora no posees más que la práctica de la amistad. Algún día poseerás también la teoría.
-¿Crees eso de verdad? -preguntó el pequeño Hans.
-Indudablemente -contestó el molinero-. Pero ahora que has arreglado el techo, mejor harás en volverte a tu casa a descansar, pues mañana necesito que lleves mis carneros a la montaña.
El pobre Hans no se atrevió a protestar, y al día siguiente, al amanecer, el molinero condujo sus carneros hasta cerca de su casita y Hans se marchó con ellos a la montaña. Entre ir y volver se le fue el día, y cuando regresó estaba tan cansado, que se durmió en su silla y no se despertó hasta entrada la mañana.
-¡Qué tiempo más delicioso tendrá mi jardín! -se dijo, e iba a ponerse a trabajar; pero por un motivo u otro no tuvo tiempo de echar un vistazo a sus flores; llegaba su amigo el molinero y le mandaba muy lejos a recados o le pedía que fuese a ayudar en el molino. Algunas veces el pequeño Hans se apuraba grandemente al pensar que sus flores creerían que las había olvidado; pero se consolaba pensando que el molinero era su mejor amigo.
-Además -acostumbraba a decirse- va a darme su carretilla, lo cual es un acto de puro desprendimiento.
Y el pequeño Hans trabajaba para el molinero, y éste decía muchas cosas bellas sobre la amistad, cosas que Hans copiaba en su libro verde y que releía por la noche, pues era culto.
Ahora bien; sucedió que una noche, estando el pequeño Hans sentado junto al fuego, dieron un aldabonazo en la puerta.
La noche era negrísima. El viento soplaba y rugía en torno de la casa de un modo tan terrible, que Hans pensó al principio si sería el huracán el que sacudía la puerta.
Pero sonó un segundo golpe y después un tercero más violento que los otros.
-Será de algún pobre viajero -se dijo el pequeño Hans y corrió a la puerta.
El molinero estaba en el umbral con una linterna en una mano y un grueso garrote en la otra.
-Querido Hans -gritó el molinero-, me aflige un gran pesar, mi chico se ha caído de una escalera, hiriéndose. Voy a buscar al médico. Pero vive lejos de aquí y la noche es tan mala, que he pensado que fueses tú en mi lugar. Ya sabes que te doy mi carretilla. Por eso estaría muy bien que hicieses algo por mí en cambio.
-Seguramente -exclamó el pequeño Hans-; me alegra mucho que se te haya ocurrido venir. Iré en seguida. Pero debías dejarme tu linterna, porque la noche es tan oscura, que temo caer en alguna zanja.
-Lo siento muchísimo -respondió el molinero-,pero es mi linterna nueva y sería una gran pérdida que le ocurriese algo.
-¡Bueno, no hablemos más! Me pasaré sin ella -dijo el pequeño Hans.
Se puso su gran capa de pieles, su gorro encarnado de gran abrigo, se enrolló su tapabocas alrededor del cuello y partió.
¡Qué terrible tempestad se desencadenaba!
La noche era tan negra, que el pequeño Hans no veía apenas, y el viento tan fuerte, que le costaba gran trabajo andar.
Sin embargo, él era muy animoso, y después de caminar cerca de tres horas, llegó a casa del médico y llamó a su puerta.
-¿Quién es? -gritó el doctor, asomando la cabeza a la ventana de su habitación.
-¡El pequeño Hans, doctor!
-¿Y qué deseas, pequeño Hans?
-El hijo del molinero se ha caído de una escalera y se ha herido y es necesario que vaya usted en seguida.
-¡Muy bien! -replicó el doctor.
Enjaezó en el acto su caballo, se calzó sus grandes botas, y, cogiendo su linterna, bajó la escalera. Se dirigió a casa del molinero, llevando al pequeño Hans a pie, detrás de él.
Pero la tormenta arreció. Llovía a torrentes y el pequeño Hans no podía ni ver por dónde iba, ni seguir al caballo.
Finalmente, perdió su camino, estuvo vagando por el páramo, que era un paraje peligroso lleno de hoyos profundos, cayó en tino de ellos el pobre Hans y se ahogó.
A la mañana siguiente, unos pastores encontraron su cuerpo flotando en una gran charca y le llevaron a su casita.
Todo el mundo asistió al entierro del pequeño Hans porque era muy querido. Y el molinero figuró a la cabeza del duelo.
-Era yo su mejor amigo -decía el molinero-; justo es que ocupe el sitio de honor.
Así es que fue a la cabeza del cortejo con una larga capa negra; de cuando en cuando se enjugaba los ojos con un gran pañuelo de hierbas.
-El pequeño Hans representa ciertamente una gran pérdida para todos nosotros -dijo el hojalatero una vez terminados los funerales y cuando el acompañamiento estuvo cómodamente instalado en la posada, bebiendo vino dulce y comiendo buenos pasteles.
-Es una gran pérdida, sobre todo para mí -contestó el molinero-. A fe mía que fui lo bastante bueno para comprometerme a darle mi carretilla y ahora no se qué hacer de ella. Me estorba en casa, y está en tal mal estado, que si la vendiera no sacaría nada. Os aseguro que de aquí en adelante no daré nada a nadie. Se pagan siempre las consecuencias de haber sido generoso.
-Y es verdad -replicó la rata de agua después de una larga pausa.
-¡Bueno! Pues nada más -dijo el pardillo.
-¿Y qué fue del molinero? -dijo la rata de agua.
-¡Oh! No lo sé a punto fijo -contesto el pardillo y verdaderamente me da igual.
-Es evidente que su carácter de usted no es nada simpático -dijo la rata de agua.
-Temo que no haya usted comprendido la moraleja de la historia -replicó el pardillo.
-¿La qué? -gritó la rata de agua.
-La moraleja.
-¿Quiere eso decir que la historia tiene una moraleja?
-¡Claro que sí! -afirmó el pardillo.
-¡Caramba! -dijo la rata con tono iracundo- Podía usted habérmelo dicho antes de empezar. De ser así no le hubiera escuchado, con toda seguridad. Le hubiese dicho indudablemente: «¡Psé!», como el crítico. Pero aun estoy a tiempo de hacerlo.
Gritó su «¡Psé!» a toda voz, y dando un coletazo, se volvió a su agujero.
-¿Qué le parece a usted la rata de agua? -preguntó la pata, que llegó chapoteando algunos minutos después- Tiene muchas buenas cualidades, pero yo, por mi parte, tengo sentimientos de madre y no puedo ver a un solterón empedernido sin que se me salten las lágrimas.
-Temo haberle molestado -respondió el pardillo-. El hecho es que le he contado una historia que tiene su moraleja.
- ¡Ah, eso es siempre una cosa peligrosísima! -dijo la pata.
-Y yo comparto su opinión en absoluto.


(Fin)
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Depeche Mode - Never Let Me Down Again

2 comentarios:

Cintia dijo...

Che me dejó traumada el cuento eh jaja, que dramón!! Molinero HDP!!!!

Muy buen tema, Depeche hasta la muerte!

Besotesss

NuMaN dijo...

Yo he conocido a más de un "molinero".Vos no? Si la respuesta es "no" tuviste suerte...
Depeche? Un sentimiento,Cintia!!
Besotess.